Caminito del Rey: un fascinante recorrido de vértigo
ISABEL S. GONZÁLEZ
- Abre al público el reconstruido Caminito del Rey, en Málaga. Un sendero de más de siete kilómetros por el Desfiladero de los Gaitanes.
- Sus primeros excursionistas destacan su seguridad y señalan que «no sabes a dónde mirar, porque a tu alrededor todo es impresionante».
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Nerviosismo e ilusión a partes iguales se conjugan en las sonrientes caras de un grupo de amigos dispuestos a adentrarse en el Caminito del Rey, después de que el pasado 28 de marzo reabriera de nuevo sus puertas 94 años después de su primera inauguración y 15 desde que se decretara su cierre dada su peligrosidad.
Este sendero, construido en el Desfiladero de los Gaitanes como acceso a la presa del Guadalhorce, fue considerado durante años como uno de los más peligrosos del mundo, llegando incluso a cobrarse la vida de alguno de sus visitantes. «Cuando tenía 20 años intenté hacerlo, pero después de llegar andando por las vías del tren, que era como se accedía antes, y ver cómo estaba de deteriorado, opté por darme la vuelta», recuerda Manolo entre sus amigos, mientras buscan su identificación para iniciar el recorrido por el acceso de Ardales.
Sus primeros excursionistas
Dos de ellos reservaron hace un mes la visita a través de su web para los diez, y un día después de su apertura al público van a recorrer uno de los puntos más espectaculares de la geografía malagueña. «Queríamos ser de los primeros», advierte con nervios Daniel, fotógrafo profesional y aficionado al senderismo, quien («Hace muchos años, ya ni me acuerdo») recorrió el Caminito. Hoy, cámara en mano, repite experiencia.
En fila india para recoger el casco, las bromas se centran en el look de Manolo, es Domingo de Ramos, y como ironizan, «Tú parece que vienes a ver procesiones», ya que ha optado por unas zapatillas de deporte y un jersey, sin más. Frente a algunos de sus amigos, que se llevan hasta su propio casco y botas de montaña. Las recomendaciones indican ropa cómoda y calzado deportivo, aunque la orografía del terreno no conlleva demasiadas dificultades, ni hace necesario una excelente forma física, pero sí ser conscientes de que el recorrido supone en torno a tres o cuatro horas andando.
El sonido del cierre de los cascos indica que todo está preparado para comenzar la andadura, para la que se recomienda llevar bebida y algo de comida, y echar un ojo al tiempo antes, ya que tanto el frío como el calor pueden ser malos compañeros de viaje. Si entramos por Ardales, el recorrido es en su mayoría de bajada, dejando la parte más escarpada, con diferentes tramos de escalera, para la salida.
Las primeras instantáneas son para el embalse del Conde del Guadalhorce, un espectacular paraje que pocos pueden pensar que esté a poco más de una hora del Mediterráneo y de la capital de la Costa del Sol, dado su verdor y la espectacularidad de su paisaje. Y es que estamos en el Desfiladero de los Gaitanes, un relieve de indudable valor geomorfológico, ambiental y paisajístico de gran belleza, ubicado entre los municipios malagueños de Ardales, Álora y Antequera.
«No me da ninguna sensación de vértigo, es muy seguro«, comentan todos los miembros del grupo, mientras no dejan de hacer fotos. Cualquier esquina ofrece una bella panorámica para contemplar, y para meditar durante horas, motivo por el que está permitido permanecer el tiempo que se desee una vez pasado el control de entrada. «No sabes dónde mirar, porque a tu alrededor todo es impresionante, hacia arriba o hacia abajo, desde las paredes escarpadas hasta la mirada al vacío de la que separa una valla metálica», argumenta con nerviosismo Manolo.
Vestigios del pasado
Mientras avanzan por el Caminito, construido con tablas de madera por marinos y al que posteriormente colocaron hormigón, se pueden contemplar los vestigios del pasado, ya que el sendero inicial, con sus agujeros y su deterioro, permanece debajo del actual, para dar más sentido al recorrido y demostrar por qué recibía el apelativo del «camino más peligroso del mundo». Espectacularidad que también se hace patente en otro punto del recorrido, en el mirador de cristal, que al ser transparente permite contemplar el fondo del Desfiladero, produciendo una de las mejores sensaciones.
En ese instante, la mirada al frente muestra uno de los túneles que permitieron la llegada de los primeros ferrocarriles a Málaga capital, vías que aún se utilizan para los Cercanías y los trenes a Sevilla. «La de veces que hemos pasado con el tren camino de Madrid por esos túneles, y la sensación que provocaba dada la estrechez y el entorno», menciona Manolo mientras se escucha el silbato de uno de los convoy a su paso por El Chorro.
A pocos metros, una esquela recuerda que el 11 de agosto de 2000 Antonio, Andrés y Martín perdieron la vida mientras se colgaban de una tirolina en ese enclave, dado que se rompió una cuerda que aún permanece para el recuerdo. Un capítulo, que como muchos otros, sobrecoge a los que ahora, de forma segura y como un atractivo turístico más que aventurero, recorren el sendero.
Sin duda, el centro de todas las miradas es el puente colgante, de más de 30 metros de longitud y 105 de alto y una verdadera obra de ingeniería en la que participaron varios alpinistas, que iban colocando las piezas que un helicóptero les dejaba desde el aire. Situado en paralelo al pasadizo histórico y con un suelo de rejilla, su paso levanta el mayor entusiasmo de los viandantes, a los que su leve movimiento hace subir la adrenalina. «Se mueve», es la frase más escuchada entre los amigos, mientras exclaman una y otra vez: «Es espectacular».
Y con esa sensación de adrenalina, solo queda superar los últimos metros, bajo la atenta mirada del agua del pantano como fiel reflejo, y abandonar el recorrido por el acceso de Álora. «No me extraña que Antonio Banderas quisiera venir a verlo antes de volver a Estados Unidos», se escucha a la salida. Este verano se espera que más de 1.000 personas se acerquen diariamente hasta este nuevo punto turístico que no dejará indiferente a nadie. A Manolo y Daniel, todavía no se les ha borrado la sonrisa de la cara.
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